3 de noviembre de 2010

Brasil, de Rio a Salvador, viaje en kombi por América

Desde este momento viajaremos por todo el litoral, hemos visto en los mapas y nos quedan muchos kilómetros por recorrer, no sabemos si el tiempo del visado nos alcance o nos toque pedir una extensión. Desde ya estamos haciendo las averiguaciones para el paso por el rio amazonas y el proceso del visado para ingresar a Venezuela.

Desde hace ya unos meses es sagrada la compartida de la manejada de la Kombi, así podemos manejar más horas, disfrutamos de paisaje y evitamos los dolores de espalda. Cada 2 horas relevamos el puesto de piloto. Planeamos los primeros 1.300 km de carretera saliendo desde Rio de Janeiro y llegando a Praia do Forte en el estado de Bahía.

 Salimos a tomar carretera con un sol increíble y fuerte, el calor aun no es tan intenso como creíamos a pesar de los 35°c que marcaba el termómetro.  Saliendo de Rio de Janeiro pasamos por un gran puente sobre el mar que lo cruza por unos 15 km y que acorta camino hasta la próxima ciudad. La señalización de las vías es muy buena, aunque algunas carreteras no están en óptimo estado.
La primera parada en Arraial do Cabo, ubicado en una pequeña península, solitaria y tranquila, más bien desolada. En la noche el clima se torna frio y se acompaña de una pequeña llovizna. La Kombi a su paso por los lugares causa una gran sensación, la policía nos saluda en varias ocasiones y nos recomienda acampar en PRAINHA una playa sin peligro. Este es uno de esos lugares tranquilos que a veces asustan, nadie pasa por ahí en la noche y el silencio es absoluto. En el día, la playa se va llenando de gente y nosotros aprovechamos el exclusivo lugar donde parqueamos la Kombi frete a la playa con la hermosa vista de las aguas azules y arena clara, para leernos tranquilos un libro.



El continuar el camino, nos lleva hasta la cuidad de Armação dos Buzios, un pequeño lugar en una península en el estado de Rio. Omar a quien conocimos en el evento de autos en Rio, nos contacta con un amigo Argentino “Jesús” que tiene una posada que nos deja por un precio formidable, no podíamos desaprovechar.

En la cima de un cerro, estuvimos varios días en compañía de la hermosa vista de toda la bahía al frente de nuestros ojos, con sus aguas siempre de una tonalidad y superficie diferente, casas envueltas entre los árboles y las grandes palmeras de la selva,  un sol hermoso que todos los días cambiaba de tono, hermosas caídas del sol que nunca nos perdimos. El lugar y la vista dan una paz infinita, solo bajamos cerca de la playa en bicicleta y dimos algunos recorridos por el lugar. Este, un lugar que nos ha hecho decir “Aquí nos gustaría vivir” y casi a regañadientes y después de jactarnos de la tranquilidad, decimos seguir.
Últimamente tenemos una inconveniente con la Kombi, hay una válvula que se está desajustando. Jorge la ajusta y después de manejar unos 200 km, vuelve a sonar golpe. No hayamos el por qué de la situación, pero toca hasta que encontremos un lugar donde revisar, seguir ajustando la válvula antes de cada salida a carretera, lo lamentamos demasiado por que  el motor de la Kombi está en su mejor momento de funcionamiento.
Continuamos hacia el norte y después de una fallida ida a Itabapoana pueblo solitario y sin llegada fácil a la playa, optamos por salir nuevamente a la carretera principal y perder 100km del avance del camino y dormir en una estación de servicio sobre la vía.

A la mañana siguiente nos dirigimos hasta la cuidad de Vila Velha, unida a la capital del estado de Espíritu Santo, Vitória. Por la baja temporada es fácil conseguir alojamiento en un hotel sencillo y ya que los camping cuestan lo mismo o más que el hospedaje, tomamos este como opción. La gran ciudad con ciclo-vías que bordean la costa, pasamos horas recorriendo pese a la fuerte corriente de aire. Entre pedaleo y pedaleo encontramos carteles que señalaban el camino hacia el convento da penha, situado en un lugar estratégico de la cuidad.

Una hermosa construcción Portuguesa engalana la roca que la sostiene, al pasar por sus pasillos se escuchan los canticos y la misa católica en portugués, que a pesar de que cuenta lo mismo en español, suena melódica y mágica.

La vista desde este lugar es hermosa y el viento ensordecedor, al fondo se observa la cuidad de Vitória unida a Vila Velha por un gran puente sobre el mar y la fábrica de chocolates GAROTO, uhm.. Que recuerdos aquellos de la infancia! Sabemos que hacen tures por la fabrica y seria un lastima no irnos a antojar.

Antes de nuestra partida al norte, vamos a la visita dentro de la fábrica de chocolates GAROTO.  La visita es guiada y según las estadísticas de la ciudad es el lugar turístico más importante. Después de vestirnos como panaderos, se entra por grupos de a 10 personas, al detallar un poco la situación vemos 40 personas de las cuales solo 1 era niño, nos causó mucha gracia. Nunca pensamos ser tan felices en un lugar como este, el olor a chocolate y la visión de mangueras descargando grandes chorros de chocolate es fantástico, sentimos que salió el niño que llevábamos dentro.
Rumbo a Conceição da barra, vamos a muy buena velocidad y con la Kombi rindiendo al máximo, los últimos kilómetros desde la salida de São Paulo han sido magníficos, la Kombi está en muy buenas condiciones desde la última reparación, tal vez nunca la habíamos sentido así. Sube en tercera y cuarta y el pedal del acelerador permite mas desfogue del motor, hasta tal punto que si no nos percatamos nos estamos pasando de 90km/h. Pero como siempre nos pasa con la pobre lunita ahora tiene otro cosa que es el desajuste de la válvula.
Vamos muy contentos con lunita andando por la carretera que sube y baja de altura como una montaña rusa, rodeados de arboles y la fresca brisa, cuando un gran camión cañero, nos pita, nos hace cambio de luces, no entendíamos que pasaba, hasta que nos adelanta y nos hace seña hacia la rueda trasera, Estamos PINCHADOS.  Es la primera rueda pinchada del viaje.

A paso de tortuga nos vamos hasta la BORRACHARIA (llantería, vulcanizadora) más cercana donde vamos a arreglar la rueda, al estar sacando las tuercas con la cruceta, una se rueda y es imposible bajarlo, toco cortarlo perdiendo además el tornillo. 

Al bajar la rueda está demasiado gastada y la rueda de repuesto era más pequeña que las otras. Compramos otra llanta de segunda pero solo había del tamaño de la de repuesto, ósea que andamos con 2 ruedas pequeñas atrás.  Esperamos duren un poco las ruedas  y nos lleven por lo menos a Venezuela, por que el costo de las 4 ruedas en Brasil es de 700 dólares.


Llegamos a Conceição da barra, un hermoso y tranquilo pueblito de pescadores y un punto turístico que se encuentra fuera de temporada, así que tranquila es la vida. Ahora las playas inmediatas se encuentran en mantenimiento, pero con nuestras bicis sobre callecitas empedradas nos vamos hasta la playa donde desemboca el rio, como siempre llevamos un par de libros, una toalla para sentarnos y un bronceador. Por estos lugares ya el sol se siente más fuerte y el calor nos abriga a tal punto que ya empezamos a transpirar, fueron varios los meses sin ver caer una gota de sudor.
Habíamos perdido la conciencia de las repercusiones de los rayos del sol y nos expusimos demasiado, hasta nos quedamos dormidos, al levantarnos estábamos cual camarón y con mucho ardor en la piel.

Sobre el litoral, nos acercamos a un pequeño poblado, donde se nos aparece un cartel con la siguiente frase: Eu nací em Porto Seguro, meu nome é Brasil” (“Yo nací en Puerto Seguro, mi nombre es Brasil”), este lugar, Porto Seguro, fue la primera tierra que pisaron los portugueses al llegar a lo que hoy se llama Brasil.

Lugar lleno de callecitas que cuentan historias del momento de la colonia, al mirar hacia abajo estando en la cuidad alta, se asoma un gran arrecife coralino que apacigua el oleaje del mar.
Varios poblados interesantes y grandes playas de aguas y claras arenas se encuentran cerca, se debe hacer un corto paso en ferry por el rio para acortar las distancias. Nosotros con las bicicletas hacemos 2 rutas la primera a Troncoso después de pedalear por 50km y la otra a Arraial de Ajuda a 15 kms.


En Camamú – Bahía, nos esperaba Floriano y su familia. En el trecho de camino por todo el litoral, no avanzamos muy rápido por los sube y baja de las montañas y las prominentes curvas.  Llegamos y después hacerle una llamada telefónica, va en nuestra búsqueda. Nos dirigimos a su casa, pensamos dormir en la Kombi, pero él no nos dejo y dormimos en la casa de la familia, mientras tanto lunita descansó en el negocio de ellos, una hacienda, rodeada de palmas de  coco y Dendê ( un producto típico de la región para hacer aceite) y matas de cacao. 


Floriano y su esposa Irene y una de sus 2 hijas Carola unas grandes personas, nos contaron muchas cosas de sus vidas con la paciencia innata del brasilero (debido al problema para entendernos con diferentes idiomas), nos consintieron con deliciosas comidas y cafecitos colados y jugamos con su linda nietecita.
Fuimos a un lugar que nos recomendaron ellos cerca de Camamú, Barra grande en la península deMaraú, se llega en lancha en un viaje de 30 minutos, el lugar hermoso y muy tranquilo, con callecitas de tierra, típico pueblo a las orillas del mar que nos recuerdan el pacífico de Colombia, con una gran playa de arena durante marea baja que deja piscinas de agua clara y tranquila. Decidimos pasar la noche aquí.
Regresamos nuevamente a Camamú con la familia, hablamos de todo un poco y planeamos el viaje del día siguiente hacia salvador. De madrugada nos dirigimos a la hacienda a recoger a lunita, como en los últimos días primero revisión y ajuste de las válvulas, luego en compañía de Rafaela la niña de uno de los trabajadores, nos vamos hasta un puente peatonal a 500 mts que tenía una hermosa vista de los cultivos de cacao, palmas y la gran bahía al fondo.  

Nos despedimos de camamú y de esta adorable familia que nos acogió como conocidos desde hace muchos años.
El camino hacia Salvador, lleno de arboles y la brisa del viento de mar. La carretera en un constante sube y baja y llena de marcadas curvas, nos tardamos más de lo esperado. Llegamos a la Isla Itaparica en la noche, dimos varias vueltas buscando un lugar donde acomodarnos, pero no encontramos atractivo alguno. Decidimos continuar y hacer la travesía en ferri hasta el puerto en Salvador.
Dormimos en la estación de gasolina a espera de lo que nos mostraba la luz del sol. Amaneció, el intenso calor ya no nos deja dormir hasta tarde, vamos hacia el centro histórico de la cuidad alta, uno de los más importantes de Brasil.  

Subimos por un ascensor que cuesta unos centavos de real y llegamos a la cuidad alta, llena de callecitas empedradas disparejas, casitas de colores vivos, plazas con vendedores de comida, mujeres bahianas con su traje típico y los famosos bailarines de capoeira. Al final de la tarde el sol naranja cae hermoso sobre el horizonte.

Antoni nos esperaba en su casa en horas de la noche, hasta ahí llegamos después de un viaje de unos 10 kms por todo el litoral hacia el norte de Salvador. Ahí con un lugar seguro, fresco y muy amplio para la Kombi nos sentimos muy a gusto. Antoni un joven Brasilero enamorado de los autos antiguos estudiante de la facultad de derecho, vive con sus familiares portugueses y la señora que ayuda en la casa desde hace mucho tiempo, unas personas muy amables que compartieron con nosotros charlas “en portugués de Portugal, uff que difícil de entender” sentados a  la mesa durante el desayuno y el almuerzo. Una hermosa familia que guarda aun la tradición de reunirse a comer todos los días.
Nos permitieron lavar una gran cantidad de ropa que teníamos acumulada que se seco rápido gracias al fuerte sol.  Después de despedirnos de todos y con destino al norte, vamos con Antoni a dar una calibración al distribuidor que en el último ajuste de válvulas se movió.